Perspectiva: Cambiar el mundo comienza con tu propia familia

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Por Ricardo Márquez

SAN DIEGO — ¿Dónde aprendemos a relacionarnos? ¿Dónde aprendemos a expresarnos? ¿Dónde experimentamos la protección, la seguridad y el amor por primera vez? ¿Dónde enfrentamos la novedad del abandono, la tristeza y los miedos? ¿Dónde oímos hablar de Dios?

En el seno de la familia aprendemos por modelaje, repetición de conductas y tiempo. Eso es lo que va creando los hábitos, las costumbres y las creencias en los recién nacidos. Las rutinas de las comidas, el amamantamiento, los baños, dormir, rezar. Las primeras expresiones, el tono de las voces, lo que se respira en el ambiente. Todo va impactando y moldeando a este nuevo ser.

Sólo teniendo la oportunidad como adultos de mirar la historia de nuestras vidas podemos reconocer el impacto de estas primeras experiencias. Al no tomar conciencia de la importancia de nuestras funciones como padres y madres en estos inicios de la vida seguimos repitiendo y trasmitiendo conductas y valores poco saludables que han llegado a prevalecer en las sociedades de nuestro tiempo: individualismo, separación, asilamiento, guerras, pobreza e injusticias.

Si hoy sentimos la crisis de nuestro mundo es también porque la familia está en crisis. Reconocer esto nos da la oportunidad de revisar y favorecer su potencial en la renovación de la humanidad. Este es el mensaje central de la exhortación del Papa Francisco en “La Alegría del Amor”.

Durante este mes de junio (22 – 26) estamos invitados a unirnos a la celebración del X Encuentro Mundial de las Familias. Esta vez, por las limitaciones en los viajes y la pandemia, se celebrará simultáneamente en Roma y en las iglesias locales del mundo. Aquí en nuestra Diócesis se realizará el domingo 25 de junio en el Centro Pastoral de San Diego.

Estos eventos tienen una intención pastoral explícita: recordar, animar, alentar, revivir la vida en familia. Es un mensaje y compromiso para transformarnos y actuar. No es un acto formal más para llenar calendarios, es una invitación para encontrarnos y animarnos en las tareas de cuidar, revivir y proteger la vida y las dinámicas familiares.

Necesitamos empezar por reconocer los miedos y angustias que tenemos en torno a la vida familiar, las decepciones y frustraciones que nos acompañan. Crear ambientes de confianza y fraternidad para compartir lo que llevamos en nuestros corazones; los grupos de oración y los distintos movimientos Diocesanos y Parroquiales relacionados con el ministerio de Matrimonios y Familia ofrecen esos espacios.

Hoy podemos comenzar, hoy puede ser el nuevo día para renovar conscientemente el camino de la formación humana y espiritual de nuestras familias. Buscar ayuda, apoyarnos en los grupos de servicio a la comunidad, orar y abrirnos a la gracia de que el amor de nuestro Dios, expresado en Jesús y presente en su Espíritu, es incondicional.

 

 

 

 

 

 

 

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