Perspectiva: Hazme un Instrumento de tu Amor

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Por Padre Bernardo Lara

(SAN DIEGO) — El otro día estaba leyendo una reflexión del monseñor Alfonso Miranda Guardiola, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey, México, en la que toca un punto que me gustó mucho y quiero compartir. 

En esta ocasión el Obispo estaba partiendo su reflexión del pasaje bíblico donde Pedro y Juan subieron al templo para rezar y al llegar encontraron a un paralítico de nacimiento. Después de un breve intercambio de palabras, Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”, y de manera inmediata el paralítico quedó sanado. 

A simple vista este intercambio parece meramente un evento conmovedor. Sin embargo, dentro de su reflexión, el monseñor Miranda nos marca que “si esa tarde el apóstol Pedro hubiera traído dinero, ese hombre postrado se hubiera quedado paralítico para siempre”. 

Esto nos recuerda que Dios está siempre trabajando; aun cuando las cosas no salen como uno desea, Dios tiene un plan. Además, esta historia nos muestra el poder tan grande que puede tener uno cuando se deja guiar por Dios. 

El tiempo de Pascua es un fuerte recordatorio de este mensaje. Mientras el mundo veía a un hombre débil muriendo en la cruz, la Resurrección estaba por venir. Mientras las personas veían a un hombre sangrado y derrotado, el triunfo sobre la muerte estaba por llegar. Muchas veces nuestros caminos no son los de Dios, pero Dios no abandona. 

Por otra parte, Dios quiso crear el milagro a través de la disposición de Pedro y Juan. Ciertamente hay momentos en los que la vida se torna oscura; tiempos como cuando la situación económica es difícil, la incertidumbre migratoria reina en muchos hogares, se viven enfermedades, nos volvemos sordos al sufrimiento de otras personas, presenciamos un declive moral en la sociedad y las personas cada vez actúan menos como hermanos. Es aquí donde los que creemos en Dios podemos marcar la diferencia. 

En su encíclica titulada “Fratelli Tutti” (Hermanos Todos), el Papa Francisco nos recuerda precisamente que, sin la fraternidad el sentido de libertad e igualdad entre personas queda deforme. Es mediante este valor de fraternidad en la sociedad que podemos ayudar a otras personas a cargar su cruz, podemos ayudarlos a encontrarse a sí mismos y a encontrar a Dios. Pero más importante aún, es a través de esta fraternidad que permitimos que Dios trabaje su voluntad a través de nosotros. 

 

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