Por el Padre Bernardo Lara
SAN DIEGO — Una de las cosas más bonitas dentro de nuestra fe en esta temporada es que mientras el mundo comercial ya terminó con la época de Navidad, nosotros los Católicos apenas comenzamos.
Es curioso ver cómo tan pronto el reloj marca el inicio del 26 de diciembre toda la Navidad fuera de la Iglesia desaparece. Las estaciones de radio que tocaban música navideña las 24 horas del día 7 días de la semana dejan de hacerlo, las tiendas se saturan con mercancía de San Valentín e incluso, algunas casas comienzan a quitar el arbolito y sus otras decoraciones, no digamos el Nacimiento porque ni siquiera lo tenían.
Sin embargo, dentro de la Iglesia Católica esto no ocurre. Para ser más preciso, justo el 25 de diciembre apenas comienza la temporada navideña y nos acompañará por algunas semanas. Esto no debe ser nada más una oportunidad para disfrutar de los villancicos, las luces, el árbol y las lecturas navideñas un rato más. Esta extensión en la fiesta de Navidad también es una excelente oportunidad para reflexionar.
El Papa Francisco este año publicó un libro muy bonito sobre los Nacimientos que ponemos como decoración titulado, “El Belén del Papa Francisco, los Personajes de la Navidad”. Aunque recomiendo totalmente todo el libro, quiero utilizar parte de su primer capítulo para comenzar con esta reflexión.
En su libro el Papa nos invita a que observemos detenidamente el Nacimiento e inmediatamente después nos pregunta: “¿Quién es feliz en el pesebre?”. Estamos tan acostumbrados a ver las figuras y lo creativo que suelen ser las decoraciones que pasamos por alto este detalle.
Después de plantearnos la pregunta, el mismo pontífice nos muestra los primeros personajes “llenos de alegría” dentro del nacimiento: José y María. Y nos hace una aclaración: “Y después me dirán: ¡Claro, si son la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que para ellos ha sido fácil”. Este mismo mensaje resuena para nosotros.
Siguiendo las palabras del Papa Francisco recordemos que la santidad no es algo con lo que se nace sino más bien es alguien en el que uno se convierte. La vida puede no ser fácil en ocasiones, definitivamente no lo fue ni para José ni para María, pero aun en la adversidad podemos encontrar la causa de nuestra alegría: Dios con nosotros.
En esta época de Navidad y el inicio del nuevo año 2024 retomemos este ejercicio del Papa: oremos, veamos, contemplemos el Nacimiento. Tratemos de imaginar las dificultades que tuvo cada personaje de ahí, pero siempre recordando que todo eso quedó vencido al ver al Dios nacido, un Dios cercano, un Dios entre nosotros.
Al mismo tiempo, que este sea también un llamado para nosotros ser luz que guíe a otros, que hagamos al prójimo sentir la presencia de Dios, en especial a aquellos que normalmente son marginados dentro de nuestra Diócesis de San Diego: los pobres, los adictos, las madres solteras, los inmigrantes, los ancianos, los enfermos…