SAN DIEGO — Estamos llamados a ser discípulos de Jesús y esta relación no termina ni con el fin de la Cuaresma, ni con ningún otro ciclo litúrgico; es para toda la vida.
Esas fueron las palabras del obispo Felipe Pulido al preguntarle qué sigue después de la Cuaresma.
El Jueves Santo termina la Cuaresma, dándole paso al tiempo de Pascua, el cual dura desde el Domingo de Pascua hasta el Domingo de Pentecostés. Sin embargo, el obispo Pulido nos recuerda que nuestro compromiso con Dios no se acaba.
“Se me viene a la mente lo que es ser discípulo de Jesús. En el tiempo de Jesús la relación entre el discípulo y el rabí (o el estudiante y su maestro) era muy diferente a la de Jesús y sus apóstoles, y esto por tres cosas importantes: primero, en ese tiempo la costumbre era que el estudiante fuera en busca del maestro, del rabí, que era el que sabía de la ley de los profetas. Pero Jesús nos muestra algo diferente, Jesús es el que va en busca de los apóstoles, y los llama por su nombre. Segundo, el maestro enseñaba únicamente el contenido; mientras que Jesús no es un contenido, ni es una enseñanza, es la persona misma, es ese encuentro con Jesús. Por último, y muy importante, una vez que el alumno aprendía todo del maestro cada uno se iba por distintos caminos y ya nunca se volvían a ver. En el caso de Jesús, es completamente diferente, porque es una relación que es para siempre, no termina”.
El Obispo explicó que en la Cuaresma todos estamos invitados a ser discípulos de Jesús, y al terminar la Cuaresma es cuando nos toca crecer en el discipulado. “Es de todos los días, levantarme y decir ahora voy a seguir amando a Jesús, voy a seguirlo más profundamente y amarlo más profundamente, y es una decisión que hago todos los días de manera más intencional”.
Agregó que, para ser mejores discípulos de Jesús, lo primero que tenemos que hacer es tener una relación con la palabra de Dios. “La Iglesia nos da las lecturas del día que son muy hermosas y que van al tiempo con la liturgia; lo primero que se debe de hacer es eso, tener una relación con la palabra de Dios, escucharla y meditarla. Eso, junto con la oración, me va a ayudar a mí a ser mejor discípulo”.
Eso nos conducirá a un discipulado más intencional, un discipulado en el que podamos compartir aquello que aprendimos, escuchamos o meditamos en la palabra de Dios. Dijo, “Que me transforme a mi para luego compartirlo con otras personas”.
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