Perspectiva: Hoy Quiero Alzar mi Voz y Gritar 

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Foto de AJ Colores, de Unsplash.com.

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Por Ricardo Márquez

SAN DIEGO— Desde pequeño escuché decir: “no alces la voz, no es buena educación”; “no grites”. Hoy me doy el permiso de revisar esos mandatos de mi niñez. 

La persona adulta es capaz de distinguir entre el “siempre” y “algunas veces”. El grito depende del contexto en el que lo usemos y tiene consecuencias diferentes. Gritamos en un partido de fútbol para animar a nuestro equipo o para insultar al árbitro. Gritamos cuando queremos que nos escuchen porque no nos sentimos escuchados. Gritamos de rabia para defendernos de quien nos ataca verbalmente. Gritamos para avisarle a otro un peligro inminente que no ve.

En la Escritura gritan los profetas: “Ve, grita, que lo oiga Jerusalén” (Jer. 2:2); “¿Hasta cuándo gritaré: ¡Violencia!, ¿sin que me salves? (Hab,1:2). Alza su voz el salmista: “Escucha Señor, mi demanda, atiende a mi clamor, presta oído a mi súplica…” (Sal. 17:1). Gritan los enfermos para llamarle la atención a Jesús y ser sanados: “Cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!”. (Mc. 10:47). Alza su voz Jesús para denunciar la hipocresía y el abuso de poder: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cierran la puerta del reino de los cielos para que otros no entren. Y ni ustedes mismos entran, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo.” (Mt.23:13). Finalmente grita Jesús en la cruz: “… gritó con mucha fuerza: ‘¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?’ … lanzó otro fuerte grito, y murió. “(Mt. 26:46.50).

Hoy en día, los estudiantes están alzando la voz en los campus universitarios, al igual que sus opositores. Ninguno de los bandos es indiferente a la guerra, a la muerte. Gritan porque los protagonistas de ambos lados del conflicto no escuchan, porque los líderes gobernantes parecen cegados por su poder, su dolor y su ansia de venganza, incapaces de ver más allá de sus propias ideologías e intereses. No reconocen la dignidad y el valor de cada ser humano. Sólo una lógica nacida de la frustración y del odio intransigente busca justificaciones y explicaciones.

La historia en la región de Gaza es complicada. Los dos grupos en este conflicto (israelís y palestinos) presentan sus propios hechos para justificar sus acciones, los medios los amplifican, lo que conduce a una mayor polarización. Todo esto distrae de lo esencial: la vida y la dignidad de cada ser humano.

Hoy alzo la voz, hoy grito: ¡Pare la guerra! No hay justificación para matar inocentes! ¡Nadie está a salvo mientras hay abuso e injusticia!

Mientras tanto, estoy consciente que no basta alzar la voz y gritar, hoy expreso mi comunión con los que sufren y le pido al Señor la conversión interior para ser instrumento de su paz en mi familia y cotidianidad, para construir desde dentro lo que deseo ver afuera.

 

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