Un joven desamparado batallando para poder pagar un boleto de autobús que lo lleve de regreso a su hogar unas 100 millas de distancia.
Un hombre desempleado y enfermo que busca dinero prestado para poder pagar sus necesidades básicas.
Un compañero de trabajo agobiado por las preocupaciones.
Uno por uno, miembros latinos de la la parroquia de Nuestra Señora del Refugio compartieron sus sentimientos al escuchar las historias de estos desconocidos.
Inspirados por el proceso del V Encuentro, los miembros de la parroquia no solo escucharon las historias de esas personas, si no que las ayudaron a salir adelante.
V Encuentro es una iniciativa multianual organizada por los obispos de los Estados Unidos para involucrar a católicos hispanos en todo el país.
En cada parroquia participante, los hispanos asisten a cinco sesiones en español o inglés que los ayuda a mejor entender su fe – y mucho más. Al mismo tiempo, ellos pueden expresar como la Iglesia puede apoyarlos mejor.
Aprenden como relacionarse con otras personas a través de su fe, especialmente con gente joven y con aquellos que viven en el extremo más precario de la sociedad.
Las cinco sesiones culminan con un encuentro parroquiano, que es seguido por encuentros a nivel diocesano, regional y nacional.
Alrededor de una docena de parroquias en la Diócesis de San Diego han completado las cinco sesiones, mientras que muchas otras se encuentran en plena realización y otras están planeando su inicio en el verano.
En Nuestra Señora del Refugio, en Pacific Beach, el diácono Salvador Huitrón encabezó las sesiones que atrajeron entre 50 y 60 parroquianos semanalmente durante la temporada de pascua.
El diácono aseguró que el proceso transformó a los participantes.
“La comunidad encontró más unidad”, dijo, añadiendo que aunque la parroquia es pequeña, la mayoría de la gente se conocía solamente de vista.
Explicó que los participantes compartieron sus experiencias de visitar otras personas, y aún más importante, el momento en que sus vidas se encontraban solas y Jesús salió a su encuentro.
“Compartir todo eso con las demás personas en la comunidad, hizo que todos abriéramos nuestro corazón y nos comprendiéramos. Tuvimos más compasión. Nos apoyamos”.
En el encuentro de la parroquia realizado el 29 de abril, el diácono preguntó a los participantes en qué creían que las sesiones los habían beneficiado.
“A responder con comprensión”, dijo un hombre.
“He logrado tener mucha paciencia”, dijo una mujer.
“He encontrado que Dios me quiere mucho a mí”, dijo otra mujer.
Llegaron a conocerse durante cada una de las sesiones y al final compartían sus historias personales como si fueran viejos amigos.
Un hombre dijo que decidió hablar con un compañero de trabajo, al que no conocía, pero al que veía preocupado.
“Me acordé que aprendimos que tenemos que escuchar a las personas sobre cualquier problema que tengan”, contó.
Le preguntó a su compañero si creía en Dios y le respondió que sí.
“Acérquese a Él y le va ayudar”, le aconsejó. “Y oré mucho para que salga del problema”.
“Yo sentí que Dios me impulsó a decirle esas palabras al hermano y me abrazó y me dijo: ‘Gracias, me has ayudado mucho’”.
Una mujer llamada Ana contó la historia de un cliente de la lavandería automática donde ella trabaja. El hombre perdió todos sus dientes a causa de la diabetes y por eso se le hacía muy difícil comer.
“Lo vi flaco, pálido, bien deprimido”, contó.
Le dijo que no tenía trabajo por lo que no contaba con dinero para lavar su ropa. Ana le dijo que no se preocupara, que ella le iba a prestar dinero para que lo pudiera hacer.
En otra ocasión, el hombre le dijo que no tenía ni siquiera para comprar comida. De nuevo, Ana abrió su cartera y le prestó dinero.
Con el tiempo, el hombre se recuperó, encontró un empleo en la cocina de una escuela y le pagó de regreso a Ana.
“¡Y ahora resulta que él me ayuda en mi trabajo!”, dijo ella mientras los participantes se reían entre dientes.
En las noches que ella trabaja, el hombre barre la lavandería, saca la basura y hasta le ayuda a doblar la ropa.
“Ese agradecimiento nos lleva a responder en la misma medida de cómo sentimos el apoyo y la comprensión”, explicó el diácono.
Otra participante, una mujer inmigrante, contó su experiencia de acercarse a un muchacho que estaba pidiendo dinero para poder tomar el autobús para regresar a su hogar en Los Ángeles.
La mujer decidió darle los fondos y le preguntó si sabía rezar.
Al recibir una respuesta positiva, ella le dio un rosario y le dijo que rezara el “Ave María” hasta que llegara a su casa.
“La Santísima Madre te va a ayudar a llegar”, le dijo, y le dio la bendición en nombre de su mamá.
“Me puse a pensar: ‘Cómo me hubiera gustado que alguien me ayudara así cuando yo llegué acá’».
Con las sesiones ya finalizadas, los miembros del grupo sienten el compromiso de seguir “saliendo al encuentro de los necesitados”.
El diácono dijo que ya presentaron dos propuestas concretas: formar un grupo de visita a los presos o un grupo para visitar a los enfermos; ninguno de esos ministerios existe en la parroquia.
Además, una pareja joven emergió como nuevos líderes dentro de la comunidad, uno de los objetivos de V Encuentro.
El diácono les hizo esta sencilla encomienda:
“Ahora nos toca que cada uno de nosotros tomemos el papel que nos corresponde y sigamos todos juntos caminando en comunidad y no dejemos que esto se enfrié en nosotros.”