El obispo McElroy fue instalado como el sexto obispo de San Diego el 15 de abril de 2015 en la Parroquia de Santa Teresa de Carmel en Carmel Valley. En su homilía el Obispo compartió los elementos clave que iluminarían su liderazgo en la Diócesis de San Diego.
Comenzó con la historia de dos escaladores de El Capitán en Yosemite Valley. Uno de ellos se negó a dejar al otro, quien no podía ascender al tramo final durante 10 días. Al onceavo día el que estaba atorado pudo conquistar el último tramo y juntos alcanzaron su meta. Los siguientes son extractos de la homilía del Obispo.
“La gracia del mutuo acompañamiento, este fue el verdadero milagro que ocurrió en El Capitán. Y es esta gracia de mutuo acompañamiento la que debe formar el corazón de la relación entre un obispo y su Iglesia local.
“El Concilio Vaticano II enseña que la Iglesia está en constante peregrinaje hacia el reino de los cielos, guiada siempre por el Señor. Esta imagen de la Iglesia como pueblo de Dios peregrino exige que el ministerio de un obispo se enmarque en una cultura de mutuo acompañamiento que permee a la Iglesia local.
“El Papa Francisco ha descrito de manera muy conmovedora los elementos del acompañamiento Cristiano: Tiene sus raíces en un sentido de lo sagrado del ‘otro’ y requiere una actitud continua de escucha. El acompañamiento refleja la cercanía y la mirada compasiva de Cristo que sana, libera y anima a crecer en la vida del Evangelio.
“El acompañamiento abraza la prudencia, entendimiento, paciencia y apertura de espíritu. Y sobre todo el mutuo acompañamiento exige una colaboración entre el obispo, los sacerdotes -quienes son sus principales colaboradores-, líderes laicos, aquellos en la vida consagrada y la comunidad diaconal, de tal manera que profundice la unidad del pueblo de Dios e incremente la cosecha del Evangelio en la Iglesia Local.
“Al comenzar mi ministerio en esta magnífica Iglesia local de San Diego nos enfrentamos a tres desafíos puestos por las Escrituras y la Iglesia Universal ante nosotros.
“El primero de estos desafíos es el anuncio de la misericordia ilimitada de Dios. La misericordia debe ser el fundamento mismo de la vida de la Iglesia. Toda su actividad pastoral debe estar recogida en la ternura que hace presente a los creyentes.
“Esto no significa olvidarnos de la ley moral de su sustancia y desafío. Significa que la Iglesia está llamada a seguir el modelo pastoral del Señor mismo hacia todos aquellos que encontró en los Evangelios: primero abrazándolos con amorosa misericordia, luego curando sus heridas, y solo después proclamando la ley moral de la reforma.
“El segundo desafío siempre es ser testigos de la gracia de Dios que está presente en la diversidad cultural de la Iglesia. En la diócesis de San Diego están presentes prácticamente todas las nacionalidades y culturas. Esta diversidad constituye un poderoso regalo del Espíritu Santo, palpablemente presente entre nosotros. No puede haber mejor manera de comenzar mi ministerio que fomentando una cultura eclesial que honre por igual la unidad y la diversidad en este Cuerpo de Cristo.
“El tercer desafío de nuestra Iglesia local es buscar la edificación de puentes en nuestro mundo contemporáneo. El mundo que vivimos rompe con los elementos fundamentales del divino plan de Dios, dejándonos quebrantados, alienados y divididos.
“Buscar construir una cultura de acompañamiento mutuo, proclamar la extravagante misericordia de Dios, dar testimonio de la gracia de la diversidad cultural, construir puentes para reflejar la visión de Dios para la familia humana; estos son elementos centrales de la obra que Dios ha puesto ante nosotros. A ojos humanos, estos desafíos pueden parecer incluso más imposibles que escalar El Capitán, pero en nuestra fe somos llamados con la visión de la gracia enraizada en el Evangelio y estamos llamados a caminar juntos como peregrinos, en ocasiones sin saber hacia dónde nos dirigimos, pero con la certeza de que al final es Dios quien nos guía y eso es más que suficiente”.