Por Aída Bustos
El 49 por ciento de los estudiantes en el Condado de San Diego leen debajo del nivel básico. Esa cifra es 60 por ciento en el Valle Imperial.
Para los maestros, directores de escuela y administradores de los distritos escolares, esta población es un reto requiriendo muchísimos recursos.
Cecilia Paccini ve algo muy distinto.
Estudiantes que con un poco de apoyo y cariño “van creciendo a ser fantásticos” chicos.
Paccini ha trabajado por diez años en el “Foster Grandparents Program”, es decir el Programa de Abuelos Escolares. Es uno de dos que Caridades Católicas lleva a cabo en la Diócesis de San Diego que utiliza a personas de la tercera edad para ayudar a una población vulnerable. El otro programa es “Seniors Companion Program”, el cual apoya personas que no pueden salir de su casa porque sufren del mal de Alzheimer o demencia.
Aunque distintos, ambos programas son un sustento para los individuos que ayudan, y mantienen sus salones, escuelas y hogares funcionando lo mejor posible bajo condiciones difíciles. Al mismo tiempo, estos programas dan a sus trabajadores satisfacción en una edad que a menudo la sociedad les dice que ya no son útiles.
Pacccini, de casi 90 años de edad, es una inmigrante con dos hijas y dos nietos, ya todos grandes. Trabaja cinco horas por día todos los días del año escolar. La “Abuelita Cecilia”, como se le conoce, ayuda en el salón de primer año de la maestra Stephanie Garcia-Hayes en la escuela católica San Carlos (St. Charles) de Imperial Beach. Está asignada a trabajar de cerca con tres estudiantes que están luchando académicamente, especialmente en la lectura. La mayoría son hispanos de México que no dominan el inglés. Los ayuda a leer, a practicar la escritura a mano y en las matemáticas.
“Tiene la energía para venir y estar con estos chicos del primer año”, dijo la maestra. “No se queda atrás. Es sorprendente”.
Estos abuelos escolares tienen un impacto positivo en el rendimiento académico de los estudiantes, según la directora del programa en Caridades Católicas, Sharin Yetman.
Los abuelos los ayuda a avanzar en lectura para que puedan alcanzar el nivel básico para su edad. Y proveen un apoyo importante a los maestros, permitiéndolos trabajar con el resto de la clase.
Los abuelos aportan algo más. La Abuelita Cecilia a menudo provee atención y cariño a estudiantes que tal vez no tienen en sus propios hogares. Muchos no tienen sus abuelos cerca ni a veces un padre en el hogar.
Hay 62 abuelos escolares en el Condado de San Diego y 38 en el Valle Imperial, según Yetman. En San Diego, trabajan en 17 escuelas públicas y católicas, desde preescolar hasta el tercer año; y en una escuela chárter que ayuda a jóvenes a obtener su diploma de preparatoria mientras aprenden habilidades básicas para trabajar. En el Valle Imperial, trabajan principalmente en dos escuelas católicas, Santa María y Sagrado Corazón.
El programa se enfoca en áreas de alta pobreza en San Diego, San Ysidro, National City y El Cajón.
En total, el programa sirvió 630 estudiantes el año escolar pasado. La directora está reclutando más abuelos escolares dado la gran necesidad que hay en las escuelas para este apoyo extra.
Una agencia federal, la Corporación para el Servicio Comunitario Nacional, provee los fondos para este programa. Los abuelos deben tener por lo menos 55 años de edad y tener ingresos bajos – usualmente son personas retiradas viviendo con el beneficio del Seguro Social. Tras una revisión de antecedentes, Caridades Católicas provee capacitación y desarrollo profesional. Los abuelos trabajan entre 20 y 30 horas a la semana, y reciben un salario con impuestos diferidos de $2.65 por hora, además de pago por milla y un almuerzo.
La directora asegura que los abuelos no hacen este trabajo por el dinero.
“Lo hacen por tener un propósito en la vida”, ella dijo. “Quieren hacer algo con sus talentos y tiempo que va a hacer el bien; que marca la diferencia en la vida de un niño”.
Por su parte, la Abuelita Cecilia ha podido ver a los niños crecer en sus diez años en la escuela, y eso la hace feliz.
“Le toca a uno ayudarlos y empujarlos lo más que podemos. Y verlos seguir adelante es una dicha. Ver cómo avanzan, como van creciendo es fantástico.”
Y hay algo más. Las otras abuelas en la escuela son sus amigas. Comparten anécdotas de sus vidas durante la hora de café en las mañanas y durante el almuerzo.
“Nosotros somos un grupo muy unido; pasamos unos ratos felices”.
The Southern Cross