SAN DIEGO — La crucifixión de Cristo «encapsula la magnitud del mal en nuestro mundo», señaló el obispo Robert W. McElroy de San Diego en su homilía durante una Misa el 15 de abril, que celebró por la curación racial.
«Pero es la Crucifixión la que también transmite de manera aún más penetrante la esperanza que tenemos, la fe que compartimos, y el amor que nos une en Jesucristo, quien sufrió todo para mostrar que no hay límites para su amor», manifestó el obispo.
La Misa fue el más reciente de los esfuerzos de la Diócesis Católica de San Diego para crear consciencia de los efectos devastadores del racismo en individuos, comunidades y la sociedad y proponer soluciones duraderas.
El obispo fue el celebrante principal de la Misa vespertina para y con la comunidad de asiáticos e isleños del Pacífico a la luz de los recientes crímenes de odio contra esas comunidades.
La liturgia tuvo lugar fuera de la Iglesia del Buen Pastor y atrajo a unas 450 personas; los feligreses estaban socialmente distanciados y usaban cubrebocas. La misa también fue transmitida en vivo.
Los concelebrantes fueron el obispo auxiliar de San Diego, John Dolan, y más de una docena de sacerdotes, incluido el padre Michael Pham, párroco de la parroquia y vicario general de la diócesis.
Justo antes de la homilía del obispo McElroy, el padre Pham citó pasajes de Mateo 27: 32-37, que hablaban sobre cómo los romanos obligaron a un hombre de Cirene llamado Simón a cargar la cruz de Jesús de Nazaret cuando Él era llevado a su crucifixión en el Gólgota.
«Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes. Y allí sentados, lo custodiaron», dice el pasaje. «Sobre su cabeza, pusieron la acusación escrita contra Él: Este es Jesús, el Rey de los judíos».
«Nos reunimos aquí esta noche porque hay odio en nuestro mundo», afirmó el obispo McElroy.
La organización Stop AAPI Hate publicó cifras a mediados de marzo, diciendo que había recopilado informes de 3,800 crímenes de odio en todo Estados Unidos este último año contra estadounidenses de origen asiático e isleños del Pacífico.
Algunos de los informes más conocidos incluyen acoso general en público. Otros ataques, en cambio, acaban con su vida, como el asesinato de seis mujeres de ascendencia asiática durante un tiroteo en marzo en Georgia, que se cobró la vida de ocho personas.
En su sitio web, Stop AAPI Hate dice que los informes de odio contra los asiáticos americanos y los isleños del Pacífico, «han aumentado durante la pandemia de COVID-19», ya que algunos culpan falsamente a esas comunidades por la propagación del virus, documentado por primera vez en China. Además, algunos políticos avivaron las llamas de odio contra los asiáticos durante una polémica temporada electoral de 2020.
El obispo McElroy relató algunos ejemplos de la historia de Estados Unidos, que han conducido a ese odio, incluyendo la Ley de Exclusión China y el internamiento forzoso de la comunidad japonesa en campos de reubicación.
La Ley de Exclusión de China de Estados Unidos fue aprobada por el Congreso y promulgada por el presidente republicano Chester A. Arthur el 6 de mayo de 1882, prohibiendo toda inmigración de trabajadores chinos. La inmigración china estuvo regulada hasta la década de 1920.
El 19 de febrero de 1942, el presidente demócrata Franklin D. Roosevelt ordenó la reubicación forzosa de japoneses-estadounidenses a campos de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial, donde se los mantuvo hasta 1945.
«La misma realidad y significado de la Crucifixión nos llama a ver esta exclusión y violencia, reconociendo en los patrones racistas de nuestra sociedad la falsa condena de Pilato, los insultos de la multitud, la sensación de desolación que Jesús experimentó mientras colgaba de la cruz», dijo el obispo McElroy.
«Y nosotros, como individuos, debemos reconocer avergonzados esos momentos en los que hemos contribuido al terrible legado del racismo en nuestro mundo, uniéndonos a la multitud que grita insultos, permaneciendo en silencio ante la injusticia racial, y clavando a Cristo en la cruz siendo sus hermanas y hermanos», expresó el obispo.
«Nos reunimos aquí esta noche porque hay odio en nuestro mundo», continuó. «Pero lo más importante es que nos reunimos aquí esta noche porque el sacrificio de Jesús en la cruz nos muestra un camino de amor y sacrificio radical, que es el único antídoto duradero contra el racismo que acecha dentro del corazón humano».
El obispo citó la reciente encíclica del papa Francisco, «Fratelli tutti», en la que el pontífice «llama a un amor dentro de la familia humana que trascienda todas las fronteras, todas las divisiones, todas las exclusiones».
«Es el amor del buen samaritano, que, enfrentando el mal y el peligro en el camino, rompe todos los límites culturales racistas que lo llaman a limitar su amor a su propia comunidad samaritana», dijo el obispo McElroy.
«El amor del buen samaritano destruye el racismo al dejar de lado ese misterioso cáncer del alma humana que nos lleva a etiquetar a los hijos de Dios como ‘otros’, como inferiores, como indignos, como amenaza, como competidores», acotó.
«Al hacer a un lado ese terrible impulso del espíritu humano», agregó el obispo, «Dios revela la verdad de que todos somos iguales ante los ojos de Dios. No hay hijos de un dios menor en este mundo, y debemos comenzar por reconstruir nuestro estado y nuestra nación para fomentar la unidad y la paz genuinas.