Catholic News Service
WASHINGTON –La conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, cuando los católicos recuerdan y oran por los muertos, tiene un significado fuerte este año, cuando tantos han muerto de COVID-19 y las restricciones por la pandemia han impedido los servicios fúnebres habituales y las últimas despedidas de seres querido en persona.
Aproximadamente 228,000 personas han muerto de COVID-19 solo en Estados Unidos, de ellos 885 en el Condado de San Diego y 338 en el Condado Imperial, según datos del 29 de octubre.
Mientras esa cifra sigue aumentando, no sorprende que en el Día de los Muertos, el 2 de noviembre, muchas parroquias y diócesis estén recordando esas pérdidas de seres queridos con Misas, oraciones o altares especiales.
Por el contrario, debido a las restricciones por la pandemia, algunas diócesis también han tenido que cancelar, o por lo menos modificar o transmitir en vivo por internet, sus habituales conmemoraciones de este día, a menudo realizadas en los cementerios católicos.
En la Arquidiócesis de Los Ángeles, los reducidos planes para el Día de los Fieles Difuntos continúan e incluirán, como en años anteriores, aspectos de la celebración mexicana del Día de los Muertos que se conmemora el 1 y 2 de noviembre.
El arzobispo de Los Ángeles José H. Gómez, celebrará una vigilia y servicio de oración la noche del 1 de noviembre en el patio exterior del Mausoleo del Cementerio y Funeraria del Calvario en Los Ángeles.
Durante la Misa por internet, el arzobispo también va a bendecir los ocho altares en exhibición para honrar la memoria de aquellos que murieron el año pasado. Uno de los altares específicamente conmemorará a las víctimas del COVID-19.
Para Concepción Sánchez, quien está colocando fotos de su padre en el altar del COVID-19, el evento arquidiocesano implica cerrar un capítulo.
Comentó que la tradición del Día de los Muertos la han celebrado en su familia mexicana de modo privado por los últimos seis años, desde que murió uno de sus hermanos. Ahora toda su familia está contenta de que ella participe en esta conmemoración abierta al público, ya que ellos no pudieron despedirse en persona de su padre, Blas Mena Espinoza, quien falleció hace mes y medio tras contraer el coronavirus. Él tenía 68 años.
Uno de los hijos de Espinoza contrajo el COVID-19 en julio, por medio de un compañero de trabajo que era asintomático, y rápidamente contagió a la mayoría de la familia, a otros hermanos y a su madre, quien también tiene diabetes. Espinoza fue a la sala de emergencia en agosto, donde fue intubado, y murió el 8 de septiembre en el hospital.
«Creíamos que mejoraría. No pudimos decirle adiós», dijo Sánchez, madre de tres niños, el 28 de octubre a Catholic News Service. Tiene planes de colocar en el altar fotografías de su papá y su pasatiempo preferido: la carpintería.
«Él quería que la familia estuviera junta todo el tiempo», dijo.
Sánchez dijo que su padre siempre mantenía una actitud positiva y solía decir: «No importa lo que pase en la vida, siempre sonríe y agradécele a Dios por todas las cosas buenas y las malas». Siempre tenía una sonrisa, siempre bromeaba con la gente y nunca mostraba su dolor –contó.
Sánchez se emociona cuando habla de su papá, quien vino a Estados Unidos cuando tenía un poco más de veinte años y trabajaba en construcción. Dijo que recordarlo en esta actividad es una pequeña forma de celebrar su vida, también de unir a su familia con otros que han experimentado una pérdida similar.
La hermana Rosalía Meza, religiosa de la congregación Verbum Dei y directora de la Oficina de Educación Religiosa para la Arquidiócesis de Los Ángeles, dijo que no convocarán tanta gente como en años anteriores a la Misa.,
, todavía es «muy significativo» –e incluso lo es más.
«Es simple, pero tiene mucho significado», agregó.
Comentó que algunas parroquias en la arquidiócesis están organizando hermosas iniciativas para honrar a los muertos, lo cual es una manera de mostrar que incluso cuando los familiares y amigos no pueden estar juntos en persona, «la gente que amamos es recordada… la conexión está allí».
«Pienso que vamos a regresar a lo sencillo», aferrados a la fe, cuando los rituales típicos y las formas de estar juntos para reconfortarnos unos a otros no son posibles –dijo.
La hermana Meza habla por experiencia, ya que su abuelo murió a finales de octubre en México y ella no pudo acudir a su funeral.