SAN DIEGO — La misión pastoral de la diócesis local en los próximos meses y años “debe ser una no de recuperación, sino de transformación”.
De esa manera fue como el Obispo Robert W. McElroy definió el trabajo por hacer el pasado 14 de julio en la parroquia de La Inmaculada durante la ordenación del Padre Ramón Bejarano como obispo.
El Obispo Auxiliar Bejarano se une al equipo de liderazgo de la diócesis que ayudará a dirigir esta transformación, aseguró el Obispo, la cual incluye no solo continuar respondiendo ante la pandemia sino también ante el movimiento nacional sin precedentes en busca de justicia racial.
Antes de terminar la ceremonia de ordenación, el Obispo Auxiliar Bejarano compartió cómo la pandemia determinó cada aspecto de su llegada a San Diego. De igual manera, reconoció que tendrá que aprender mucho en su nuevo rol, comenzando por cómo usar su mitra, lo cual le costó trabajo la primera vez que se la colocaron en la cabeza.
“San Diego, ahora les toca a ustedes entrenarme para ser obispo”, comentó después de agradecer a los fieles de la Diócesis de Stockton quienes dijo lo entrenaron para ser sacerdote.
Recordó que poco después de ser nombrado obispo auxiliar por el Papa Francisco el 17 de febrero, se le pidió a la población de todo el país a “permanecer en casa” para frenar la propagación del coronavirus. En California el cierre duró más de tres meses, retrasando su llegada hasta el mes de julio. Y, curiosamente, un día antes de su Misa de ordenación las autoridades de salud del condado ordenaron un nuevo cierre para disminuir los casos de infección.
“¿Vamos a tener ordenación o no?”, dijo que se preguntó. “Pero al final, aquí estoy para ser su hermano, para servirlos, para orar con ustedes y por ustedes”.
“Nuestra confianza y esperanza están solamente en el Señor. Y sé que por alguna razón Él quiso que yo fuera parte de la historia como uno de los obispos de la generación COVID-19”.
Típicamente, una Misa de ordenación atrae a docenas de obispos, legiones de sacerdotes de todo el país, y alrededor de mil feligreses. En contraste, menos de 100 personas y una docena de obispos acudieron a la ordenación del Obispo Bejarano, la cual fue transmitida en vivo.
Entre los presentes estaban el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, el arzobispo de Los Ángeles, José Gómez; el cardenal Roger Mahony y el reverendísimo Christophe Pierre, nuncio apostólico en este país.
Los co-celebrantes fueron el Arzobispo de San Antonio, Gustavo García-Siller, quien fue director espiritual en el Seminario Mount Angel en Oregón cuando estudiaba allí Ramón Bejarano; y el Obispo Myron J. Cotta de la Diócesis de Stockton, donde Bejarano sirvió durante 21 años como sacerdote antes de ser nombrado obispo.
También asistieron la madre del Obispo Auxiliar, dos hermanos y una hermana. Sin embargo, otros miembros de su familia y amistades en México -donde creció- no pudieron viajar a San Diego debido a las restricciones de entrada en la frontera implementadas durante la pandemia.
En su Homilía, el Obispo McElroy comenzó recordando el primer día que se anunció el nombramiento del nuevo obispo.
?El día que se anunció tu asignación, Ramón, visitamos al Obispo Gilberto Chávez cuando se acercaba a la muerte. Cuando le comenté que tu habías sido nombrado Obispo Auxiliar de San Diego, sus ojos se iluminaron y te otorgó una hermosa bendición para tu nuevo ministerio. Esa bendición fue un símbolo para toda la comunidad hispana por tu misión, y fue un alegre reconocimiento de que una vez más tenemos un obispo hispano entre nosotros”, el Obispo McElroy dijo.
Y luego dirigió sus palabras a la crisis social que el país estaba enfrentando. La pandemia estaba causando un terrible sufrimiento, “dejándonos agotados y llenos de temor”. Al mismo tiempo, un coro de diversas voces está exigiendo fin a la injusticia racial.
“La pandemia ha transformado el paisaje de nuestra vida eclesial en formas que cambian de manera permanente la naturaleza de la acción pastoral y evangelización”, agregó.
Como ejemplo señaló que solamente un cuarto de quienes asisten a Misa regularmente han regresado a las Misas públicas que se reanudaron en el Condado de San Diego a mediados de junio.
El Obispo ve como un peligro el hecho de que la pandemia está “creando una creciente cultura de desconexión con la vida de la Iglesia, la cual durará mucho después de que se encuentre la vacuna”.
Al mismo tiempo, dijo que la sociedad había alcanzado un punto de inflexión al confrontar problemas de raza, nacionalidad e inmigración.
“Estamos en medio de una profunda renovación social en el que el significado de igualdad en nuestra nación está siendo irrevocablemente cambiado para bien”, señaló.
En respuesta a estas fuerzas, comentó, “la misión pastoral de la diócesis de San Diego en los próximos meses y años no debe ser una de recuperación, sino una de transformación”.
Agregó que una hoja de ruta para esta transformación se encuentra en la teología y la experiencia pastoral de la Iglesia en América Latina, que se captura en el Documento de Aparecida emitido por los obispos latinoamericanos en 2007. Documento que el cardenal Jorge Bergoglio ayudó a desarrollar, y que ahora como Papa promueve sus enseñanzas.
El documento ofrece principios rectores para mantener relevante la fe ante las cambiantes condiciones sociales. Entre otras cosas, incluye que líderes en la fe y fieles salgan y busquen formas de proclamar el Evangelio; brindar ayuda para que cada católico tenga un encuentro personal con Cristo; promover el estilo de vida sencillo que enseña el Evangelio; trabajar para proteger el medio ambiente; y respetar y promover la oración, incluyendo devociones populares.
El Obispo dijo que la diócesis de San Diego es una Iglesia de inmigrantes que siempre ha atraído fuerza e identidad de hombres y mujeres que han llegado en busca de una mejor vida. Incluyendo inmigrantes de América Latina, europeos que viajaron al oeste, hombres y mujeres militares, trabajadores de campo que laboraban en el Valle Imperial, y más recientemente, migrantes de Asia y África.
Hizo énfasis en la trayectoria de vida del Obispo Bejarano: nacido en Texas, criado en Chihuahua y mudándose al Valle Central a la edad de 18 años para trabajar para sacar adelante a su familia, trabajo que incluyó labor en el campo.
“Esta experiencia ha marcado en tu corazón y alma la esencia de la experiencia migrante, y te hará un colaborador y arquitecto esencial para construir la solidaridad evangélica en nuestra Iglesia local”, dijo el Obispo.
“Y tu sed de justicia en un mundo lleno de injusticia, especialmente para migrantes, trae un fuego para la enseñanza social de la Iglesia y la renovación de nuestro mundo para alinearse con los imperativos del Evangelio”, continuó. “Necesitamos de ese fuego, esa visión, esa dedicación para construir una Iglesia de unidad y diversidad en Cristo”.
El Obispo Auxiliar Bejarano reconoció que debido a sus antecedentes, se verá involucrado principalmente con la comunidad latina.
“Pero estoy aquí para trabajar juntos y promover unidad entre todos”, afirmó. “Por favor recen por mí”.