CIUDAD DE MÉXICO — Líderes de la Iglesia mexicana condenaron una horrible pelea entre fanáticos durante un partido de fútbol profesional, cuyas imágenes horrorizaron al país y generaron preguntas incómodas sobre el aumento de la violencia que impregna aún más la vida mexicana.
La pelea estalló durante un partido el 5 de marzo en Querétaro entre los seguidores del equipo local Querétaro y los fanáticos del equipo rival Atlas.
El gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, dijo que el tumulto dejó 26 personas heridas. Autoridades dijeron que nadie murió, contrario a los primeros informes de los medios, aunque los seguidores de Atlas, con sede en Guadalajara, inundaron las redes sociales con súplicas de ayuda para encontrar a los fanáticos desaparecidos.
La Conferencia Episcopal Mexicana dijo en un comunicado inmediatamente después del incidente que «La Conferencia del Episcopado Mexicano reprocha categóricamente cualquier episodio de violencia por mínima que sea».
«Exhortamos a los clubes deportivos, a las autoridades y a la sociedad civil para hacer del fútbol y de cualquier deporte, una oportunidad para crear espacios de integración y no de enfrentamiento», dijeron los obispos.
Espantosas imágenes transmitidas desde el Estadio Corregidora mostraban a fanáticos siendo pateados hasta dejarlos inconscientes, cuerpos maltratados esparcidos desnudos en las explanadas del estadio y familias asustadas que corrían al campo en busca de seguridad. La lucha se extendió al campo y se podía ver a algunos combatientes con armas.
En un tuit ampliamente compartido el 5 de marzo, el obispo auxiliar Alfonso Miranda de Monterrey dijo: «México necesita urgentemente detenerse, reconciliarse, no más división, no más odio, no más agresión física ni verbal».
El obispo continuó: «Violencia extrema en el estadio Querétaro, 17 muertos en San José de Gracia es demasiado. Hagamos silencio, una pausa, una tregua, una oración, no podemos seguir así».
La violencia y el derramamiento de sangre sorprendieron a México, donde el fútbol se había librado de la excesiva violencia de los fanáticos, común en otros países. La pelea se produjo cuando la represión del país contra la violencia del crimen organizado y los cárteles de la droga se prolonga y la tasa de homicidios sigue siendo obstinadamente alta.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha impulsado una política de seguridad de «abrazos, no balazos», a pesar de agredir verbalmente a sus detractores diariamente en conferencias de prensa matutina. Atribuyó la violencia al persistente impacto del neoliberalismo promovido por gobiernos anteriores. También prometió seguir impulsando su plan para «moralizar al país» y llegar a las causas profundas del crimen.