CIUDAD DEL VATICANO — Cada cristiano y cada comunidad cristiana está llamada a la conversión, un proceso que dura toda la vida y es aún más necesario para las personas que creen que están firmemente en el camino hacia la santidad, dijo el Papa Francisco a los funcionarios de la Curia Romana.
«Lo contrario a la conversión es el fijismo, es decir, la convicción oculta de no necesitar ninguna comprensión mayor del Evangelio», dijo el papa a los cardenales y otros asesores el 22 de diciembre cuando se reunió con ellos para su tradicional discurso de Navidad y revisión del año.
El papa Francisco pasó de la reunión en el Salón de las Bendiciones al salón de audiencias del Vaticano donde ofreció sus saludos navideños y oraciones por la paz y la serenidad a los empleados del Vaticano y sus familiares.
La conversión que el Evangelio pide y la construcción de la paz, incluso en nuestra relación con miembros de la familia y compañeros de trabajo, estuvieron en el centro de las declaraciones del papa a la Curia.
En octubre, la Iglesia celebró el 60 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, que el papa Francisco dijo que fue «un gran momento de conversión para toda la Iglesia».
«La conversión que provocó el concilio fue un esfuerzo por comprender el Evangelio más plenamente y hacerlo relevante, vivo y eficaz en nuestro tiempo», dijo, y el proceso «está lejos de completarse».
La reflexión en curso sobre la «sinodalidad» y de asegurar de que los miembros de la Iglesia escuchen a Dios y a los demás, dijo, «es fruto de nuestra convicción de que el proceso de comprensión del mensaje de Cristo nunca termina, sino que nos desafía constantemente».
La conversión, dijo, «no se trata sencillamente de tomar distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es convertirse. Ante el Evangelio seguimos siendo siempre como niños que necesitan aprender. Creer que hemos aprendido todo nos hace caer en la soberbia espiritual».
El papa Francisco dijo que es un «error» intentar «cristalizar el mensaje de Jesús en una única forma válida siempre», porque mientras la sustancia del Evangelio sigue siendo la misma, las formas de expresarlo y explicarlo deben profundizarse con el tiempo y debe responder a las nuevas necesidades y desafíos de cada época.
«La verdadera herejía consiste no solo en predicar otro evangelio como nos dijo San Pablo», dijo, «sino también en dejar de traducir su mensaje a los lenguajes y formas de pensar de hoy».
«‘Preservar’ significa mantener vivo y no encarcelar el mensaje de Cristo», dijo el papa.
El papa Francisco señaló las parábolas de Jesús, incluida la parábola del hijo pródigo, para explicar cómo aquellos que se alejan de Dios a menudo reconocen cómo han pecado y luego se arrepienten.
Pero en la parábola, el hijo mayor sabe que se ha quedado en casa, cumpliendo con su deber, por lo que se cree justo y no tiene necesidad de conversión.
«Los que se quedan en casa», dijo, a menudo no se dan cuenta de los errores de sus caminos, «convencidos de que son meras víctimas, tratadas injustamente por la autoridad constituida y, en última instancia, por el mismo Dios».
El papa Francisco dijo a los funcionarios de la Curia que «en este momento de nuestras vidas, debemos prestar mayor atención al hecho de que, en un sentido formal, ahora estamos viviendo ‘en casa’, dentro de los muros de la institución, al servicio de la Santa Sede, en el corazón de la Iglesia. Precisamente por eso, fácilmente podríamos caer en la tentación de pensar que estamos seguros, mejores que los demás, que ya no tenemos necesidad de conversión».
De hecho, dijo, esa sensación de seguridad significa que «corremos un peligro mayor que todos los demás, porque nos acosa el ‘demonio elegante’, que no hace una entrada ruidosa, sino que viene con flores en la mano», intentando sutilmente para convencer a uno de que no se necesita más conversión.
El papa Francisco también aprovechó la ocasión para llamar nuevamente la atención sobre la guerra de Rusia contra Ucrania y los conflictos armados que se desarrollan en muchas partes del mundo.
«La cultura de paz no se construye únicamente entre pueblos y naciones», dijo. «Comienza en el corazón de cada uno de nosotros» al arrancar de raíz cualquier odio o resentimiento hacia otra persona.
La paz interior personal comienza con un autoexamen, dijo el papa, instando a los funcionarios a preguntarse: «¿Cuánta amargura tenemos en nuestros corazones? ¿Qué la alimenta? ¿Cuál es la fuente de la indignación que tan a menudo crea distancia entre nosotros y alimenta ira y resentimiento? ¿Por qué las murmuraciones en todas sus formas se convierten en nuestra única forma de hablar sobre las cosas que nos rodean?»
La paz puede ser destruida por «la violencia verbal, la violencia psicológica, la violencia del abuso de poder, la violencia oculta del chisme», dijo. «En presencia del Príncipe de la Paz que viene al mundo, despojémonos de todas las armas de todo tipo».