CIUDAD DEL VATICANO — Un examen de conciencia diario es una herramienta importante para reconocer dónde Dios está obrando en nuestras vidas y dónde «el espíritu maligno» trata de desviarnos, dijo el papa Francisco.
«Aprendan a leer en el libro de nuestros corazones lo que ha sucedido durante el día. Háganlo. Solo dos minutos, pero les hará bien, se lo prometo», dijo el papa a los visitantes en su audiencia general semanal el 30 de noviembre.
Después de su discurso, el papa Francisco y la multitud disfrutaron de la actuación de los Black Blues Brothers, un grupo de cinco acróbatas de Kenia.
Continuando con su serie de charlas de audiencia sobre el discernimiento, el papa volvió a hablar sobre el «consuelo espiritual» y sobre el uso del examen de conciencia diario para distinguir entre lo que se siente bien y el «consuelo genuino», al cual llamó «una especie de confirmación que estemos haciendo lo que Dios quiere de nosotros, que estemos caminando por sus caminos, es decir, por los caminos de la vida, la alegría y la paz».
Apoyándose de la enseñanza de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, el papa explicó que el consuelo viene de saber que un pensamiento o impulso es bueno en su principio, medio y final, porque inclina a hacer algo bueno, está motivado por el amor a Dios y a los demás y conduce a una sensación de paz.
Por otro lado, explicó el papa, «el espíritu maligno» puede colarse y distraer a uno de hacer el bien o sembrar la ira hacia los demás o el orgullo.
«Cuando hablamos del ‘espíritu maligno’, estamos hablando del diablo, ya sabes», dijo el papa. «El diablo existe».
El papa Francisco puso como ejemplo el pensamiento o impulso de orar, acompañado de «cariño por el Señor y por mi prójimo, invita a gestos de generosidad, de caridad: es un buen comienzo».
Pero, dijo, si «cada vez que tengo que lavar los platos o limpiar la casa, tengo un fuerte impulso de orar, esto sucede en los conventos», entonces el impulso no es del todo bueno.
«Ve a lavar los platos, luego ve a orar», dijo, porque «la oración no es un escape de nuestras tareas».
Y, dijo el papa, «si me pongo a orar y, como el fariseo de la parábola, tiendo a estar satisfecho de mí mismo y a despreciar a los demás, tal vez con un espíritu resentido y agrio, entonces estos son signos de que el espíritu maligno utilizó ese pensamiento como llave para entrar en mi corazón y transmitirme sus sentimientos».
En tales casos, dijo, «el consuelo de la oración» es falso, y uno simplemente es «un pavo real ante Dios», pavoneándose de su presunta santidad.
Entonces, dijo el papa Francisco, uno debe preguntarse: «¿Adónde me lleva ese pensamiento? Por ejemplo, puede suceder que yo trabaje duro por una tarea buena y digna, pero esto me empuja a dejar de orar; me encuentro cada vez más agresivo y enojado, siento que todo depende de mí, hasta el punto de perder la confianza en Dios. Aquí, evidentemente, está la acción del espíritu maligno».
El estilo del diablo es «tortuoso, enmascarado», dijo el papa, y por lo general comienza con algo importante para la persona y luego lo tuerce.
«Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos, más sentimos por dónde entra el espíritu maligno, sus ‘contraseñas’, la entrada a nuestro corazón», dijo el papa Francisco.
«Antes de terminar su día, deténgase un poco y pregunte, ¿qué pasó (ese día)?, no en los periódicos», dijo, sino en el corazón.
«Notar lo que sucede es importante», dijo. «Es una señal de que la gracia de Dios está obrando en nosotros, ayudándonos a crecer en libertad y conciencia. No estamos solos, el Espíritu Santo está con nosotros. A ver cómo van las cosas».