Por Padre Bernardo Lara
SAN DIEGO — Desde hace algunos años en el Vaticano hacen una exposición de “100 Nacimientos”.
Para el evento cierran un pasillo en la Plaza de San Pedro, lo decoran de Navidad y presentan al público 100 nacimientos de alrededor del mundo.
Diversos grupos se organizan para presentar su nacimiento. Todos son muy creativos. Hay nacimientos que se apegan lo más posible al relato evangélico, otros que presentan el acontecimiento como si hubiera sido en un país diferente y en algunos otros las figuras visten trajes típicos o tradicionales de cierta cultura. En alguna ocasión hasta hubo un nacimiento elaborado completamente de chocolate.
Durante el evento también se transmiten videos del Papa Francisco hablando sobre el nacimiento, ponen citas sobre una encíclica que él escribió precisamente sobre el pesebre, y en algunas partes se escucha música navideña de fondo. Es un evento gratuito que vale muchísimo la pena.
No obstante, a pesar de lo bonito de la Expo, el mensaje es mucho más profundo: cien grupos tratan de representar un mismo evento, cada uno a su manera.
Esto me pone a pensar en la vida de oración y la relación que cada uno de nosotros tenemos con Dios. A pesar de repetir los mismos rezos, de celebrar las mismas fiestas, de practicar la misma religión y de hablarle al mismo Dios, la manera en la que Dios nos habla a cada uno de nosotros es diferente, así como diferente es la manera en la que cada nosotros le hablamos a Él.
A veces caemos en el error de querer crear una fe uniforme, de practicar un catolicismo militar en el que todos marchamos con el mismo pie al mismo ritmo. Pero tal como lo muestra la exposición de nacimientos, el catolicismo es diverso. Sería un error querer imitar a un santo, o peor aún, querer imponer mi estilo de oración a todas las personas.
Esto sucede en muchos aspectos dentro de la fe. Tenemos personas que asisten a grupos carismáticos en el que quieren forzar su propio estilo de oración a todos. De igual manera, están aquellos que quiere imponer Misas en latín para toda la Iglesia como si fuera una forma superior de alabanza. Y de temas morales ni hablamos porque es un poco más delicado.
Lo que tenemos que recalcar es que “católico” quiere decir “universal”, no “uniforme”. La liturgia, la relación con Dios, la vida espiritual y la forma de expresar nuestra fe siempre será diferente porque Dios tiene una relación única con cada uno de nosotros.
La lección más bien está en no tener miedo a esta innovación a la que Dios nos llama, no tener miedo a demostrar quienes somos y expresar nuestra relación con Dios. Desde luego que hay ciertos principios morales que no nos podemos saltar, pero Dios es creativo y amoroso.
Que esta Navidad aprendamos a recibirlo sin miedo y que nos atrevamos a descubrir nuevos caminos de encuentro con Él para poder exclamar juntos: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.