Perspectiva: ¿Cómo actuar más allá de la temporada de fiestas?

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Por Padre Bernardo Lara

SAN DIEGO — Estamos terminando una temporada más de fiestas, un maratón que comenzó desde el día de Acción de Gracias, pasando por la fiesta de la Inmaculada, el día de la Virgen de Guadalupe, las posadas, Navidad, Año Nuevo y finalmente, el día de Reyes.
La Navidad llegó, y los elementos característicos de la temporada que tanto nos llegan al corazón volvieron a aparecer: los árboles de Navidad, villancicos, el nacimiento, las luces de colores, hornear galletas en familia, entre otros.
Y ahora, la Navidad se va, pero el hecho de que se tengan que quitar los foquitos y los nacimientos, no quiere decir que lo que crecimos en esta temporada se tenga que extinguir. Por el contrario, es momento de demostrar que la Navidad fue más allá del “Burrito Sabanero” y su “tuqui, tuqui, tuqui”. Cristo, nuestro Salvador, nos ha nacido y permanece entre nosotros.
No obstante, debemos ser cautelosos. El Evangelio del 25 de diciembre nos dice que Cristo vino a este mundo, pero que es fácil pasar a un lado de Él sin reconocerlo: “En el mundo estaba, el mundo había sido hecho por Él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.
Es fácil buscar a Cristo en las decoraciones que ponemos en la casa o en el nacimiento de la Iglesia, pero Cristo entró en nuestra historia como un bebé pequeño y reconocerlo en lo pequeño de la vida requiere que estemos alerta, como lo marca la temporada de Adviento.
Las sagradas escrituras nos recalcan frecuentemente en estos tiempos que el pueblo de Dios caminaba en la oscuridad, pero que han visto una gran luz ya que el hijo de Dios ha nacido entre nosotros.
Sin embargo, hay que estar atentos a reconocerlo, no solo en la grandeza de las luces y los villancicos sino en nuestras fragilidades que nos obligan a hacernos más “pequeños”, así como en los más “pequeños de la sociedad”.
Cabe recordar que el poder de la Navidad no tiene raíz en la nostalgia sino en la firme esperanza de que nuestra vida puede ser diferente porque el Salvador nos ha nacido en Belén. La Navidad nos recuerda que, con su nacimiento, Jesús ha entrado en nuestra historia humana para siempre.
Con esto, tenemos la seguridad de que las luces navideñas se pueden apagar y los villancicos silenciar, pero la presencia de Cristo permanecerá entre nosotros, su pueblo.

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