Por Padre Bernardo Lara
ROMA — Hay una escena muy conocida en la película del «Titanic»: Mientras el barco estaba hundiéndose y la gente corría en pánico, un grupo de músicos seguía tocando en medio del caos. Pareciese que nadie les hacía caso, pero ellos seguían interpretando varias canciones para tratar de ayudar con el ambiente de terror que se vivía.
Se dice que esta escena fue sacada de la vida real. Incluso, en el 2013 un violín utilizado por uno de los músicos en aquel momento fue vendido en casi 2 millones de dólares. Resulta increíble que una escena que a simple vista parece improbable en realidad haya ocurrido. Es desgarrador pensar que mientras los pasajeros corrían alarmados por salvar su vida y las de sus familiares, los músicos hayan tenido el valor para continuar tocando. Se dice incluso que la última canción que tocaron los músicos tuvo un toque espiritual, ya que se piensa que fue la de “Nearer, My God, To Thee” (Más Cerca, oh Dios, de Ti), un himno cristiano conocido del siglo XIX.
El acto de los músicos no detuvo el hundimiento, ni tampoco detuvo el sufrimiento ni las muertes, pero en su momento los músicos hicieron lo que estaban llamados a hacer: tocar hasta el final y seguramente, de una u otra forma, fueron de gran ayuda.
Esta imagen es muy apropiada para estos tiempos de guerra. Acabamos de asimilar las muertes y el sufrimiento traído por el COVID-19 y ahora estamos lidiando con una guerra. Basta con ver un poco las noticias e incluso escuchar al Papa Francisco en estos últimos días para darnos cuenta del horror que se vive en Ucrania.
Al igual que hace dos años con el inicio de la pandemia, otra vez nos toca vivir una temporada de Cuaresma con un ambiente penitencial y sombrío. Mucha gente inocente sufriendo a raíz de las bombas. Las cenizas que nos pusieron en la frente hace unas semanas, se pueden ver vivamente reflejadas en las cenizas que dejan los ataques. Y ahora nos toca a nosotros contribuir con lo que podamos.
Algunos pueden dar donaciones, otros no; pero todos podemos orar. Como cristianos nuestro llamado ahora es a unirnos en oración por las víctimas y por el fin de la crueldad. El Cristo qué pasó 40 días ayunando, está encarnado ahora en esas personas que necesitan de nuestro apoyo hasta para comer.
El Papa Francisco ha mandado ayuda económica, ha abogado ante la embajada rusa y hasta tomó la iniciativa de consagrar Rusia y Ucrania.
Ahora nos toca a nosotros unirnos al Obispo de Roma en oración. Aunque por momentos parezca que nada cambia y que no detenemos nada, que nuestra oración no decaiga. Así, al igual que los músicos del Titanic, podremos hacer lo que estamos llamados a hacer hasta el final: invocar a Dios en los momentos más difíciles, y así brindar nuestra ayuda.