Por el Padre Bernardo Lara
SAN DIEGO — Una vez más, Dios nos concede la gracia de llegar a la temporada navideña, ese tiempo especial del año que transforma el ambiente con luces brillantes, árboles decorados, y los entrañables nacimientos que adornan iglesias y hogares.
Los villancicos comienzan a resonar por todas partes, envolviéndonos en un aire de celebración. En lo personal, disfruto tanto de las melodías navideñas en español como en inglés. ¿Cómo no emocionarse con clásicos como “El Burrito Sabanero”, “Campana Sobre Campana” o “Noche de Paz”, y con himnos como “Oh Holy Night”, “Do You Hear What I Hear?” y “Oh Come All Ye Faithful»?
Sin embargo, en medio de esta algarabía, hay algo que inquieta mi corazón: en un mundo cada vez más materialista, parece que nos estamos acostumbrando a la Navidad. Me preocupa que estemos tan acostumbrados a escuchar “los regalos no son el verdadero significado de la Navidad, sino Jesús”, que nos hacemos inmunes a esas palabras. No dejemos que el verdadero espíritu navideño, que nace de la encarnación de Jesús y nuestra la relación con el prójimo, se nos olvide.
Una de las mejores homilías que he escuchado con relación a este tema fue la última homilía de Navidad que dio el Papa Benedicto XVI en el 2012. En ella, el Papa reflexionaba sobre la belleza del misterio de la encarnación, cómo Dios eligió hacerse hombre para habitar entre nosotros.
Pero también recordaba la actitud de las personas para recibirlo: “Nuevamente me llega al corazón esa palabra del evangelista, de que no había lugar para ellos en la posada.” Y luego invitaba a pensar: “Surge inevitablemente la pregunta sobre qué pasaría si María y José llamaran a mi puerta. ¿Habría lugar para ellos?”.
En conversaciones cotidianas me topo muchas veces con personas que dicen que “ellos no hubieran crucificado a Cristo si hubieran estado en Jerusalén aquel Viernes Santo” o “ellos sí le hubieran dado posada a José y María si hubieran estado en Belén aquella primera Navidad”.
Pero hoy tenemos la oportunidad de demostrar ese gesto y muchas veces no lo hacemos, por el contrario, rechazamos al pobre, al inmigrante, a los refugiados. No lo digo yo, lo dice el mismo Papa Benedicto XVI en esta homilía: “Estamos completamente ‘llenos’ de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros”.
La Navidad no debe convertirse en una costumbre desprovista de sentido. Es un llamado constante a abrir nuestro corazón a Dios y, a través de Él, al prójimo.
Quiero concluir con las palabras del mismo Benedicto XVI: “Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para Él. Y para qué, de este modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y los pobres de este mundo”.
Que esta Navidad nos encuentre con un corazón abierto, dispuesto a recibir a Dios y a dar lugar a quienes tocan a nuestra puerta.
El padre Bernardo Lara dirige las tres iglesias que forman la Comunidad Católica de Brawley y Westmorland, en el Valle Imperial. Además de ser columnista, sirve como el conductor del programa de radio dominical «Vive Feliz», transmitido las 8 a.m. a través de 102.9 Amor FM.