POR EL OBISPO ROBERT MCELROY
¿Cómo es que nosotros, miembros de la comunidad católica en los Estados Unidos, estamos llamados a afrontar este desafiante momento electoral en la historia de nuestro país, y transformarlo a una oportunidad para traer la visión del Evangelio de Jesucristo y la enseñanza social de la Iglesia al núcleo de nuestra vida nacional?
El Papa Francisco responde a esta pregunta proponiendo claramente que nuestras vidas políticas deben ser vistas como un elemento indispensable de nuestro llamado personal a la santidad. Esto ciertamente significa que nuestras acciones políticas deben ser un reflejo de nuestra fe católica. Pero Francisco está pidiendo mucho más que eso. Propone que solamente podemos cumplir con nuestra vocación de ciudadanos fieles, amantes de nuestra nación, si podemos ver en medio de la toxicidad y la división del momento actual un llamado a una mayor conversión hacia Jesucristo. No es suficiente con que ignoremos los elementos corrosivos de la vida política en los Estados Unidos, ni siquiera navegar en nuestro papel como ciudadanos y electores sin sucumbir al tribalismo que divide en dos a nuestra sociedad. Estamos siendo llamados en nuestra vida como ciudadanos a ser misioneros del diálogo y la civilidad en una cultura política que no valora ninguna de las dos. Y eso requiere una profunda reflexión espiritual, valor y juicio. Exige una dedicación cristiana a la búsqueda de la verdad sin importar donde se encuentre, definir nuestras políticas y votar a la luz del Evangelio.
Esta conversión al Evangelio exige que nos conduzcamos en estos días no tanto como Republicanos o Demócratas, partidarios de Biden o partidarios de Trump, sino como estadounidenses que anteponen la unidad nacional, la justicia sustantiva y la dignidad de la persona humana por delante de cualquier categoría partidista u objetivo. Debemos comprender que la estructura actual de los partidos en Estados Unidos aleja de la Enseñanza Católica Social; cada partido adoptando algunos de los elementos centrales de la enseñanza católica pero rechazando otros. Por lo que el elector católico queda automáticamente sin hogar en nuestro mundo político, sin poder sentirse en paz con las constelaciones específicas que su partido ha elegido aceptar, y definitivamente sin encontrar paz con el tribalismo de partidos tanto en la cultura Demócrata como la Republicana que deforman nuestra política y nuestra nación. Para cada elector, la elección política es una mezcla de satisfacción y arrepentimiento. Para el votante católico creyente estos temas se magnifican ampliamente.
Pero dado que vivimos en un mundo real que nos enfrenta con opciones limitadas en este tiempo político, ¿cómo debe un votante católico discernir a los candidatos que más poderosamente promoverán la dignidad de la persona humana y el bien común? Este discernimiento debe comenzar con una evaluación de los principios de la Enseñanza Católica aplicados al histórico momento actual.
Temas Destacados de la Enseñanza Social Católica
La amplitud de la Enseñanza Social Católica apunta hacia un entendimiento de justicia, vida y paz que se niega a ser confinado a cajas angostas o relegado a categorías partidistas. Tomando una profunda perspectiva moral y espiritual, hace la pregunta: ¿Cómo debe la humanidad actuar para transformar al mundo y así reflejar de mayor manera el Evangelio de Jesucristo?
Al llegar a su fin el ciclo de las elecciones 2020, por lo menos 10 metas destacadas han surgido del Evangelio y la larga tradición de la fe católica:
- Promover estructuras culturales y legales que protejan la vida de los niños no nacidos.
- La reversión de un cambio climático que amenaza el futuro de la humanidad y es devastador particularmente entre los pobres y marginados.
- Políticas que resguarden los derechos de inmigrantes y refugiados en un tiempo de gran intolerancia.
- Leyes que protejan a los ancianos, enfermos e incapacitados del señuelo y el flagelo de la eutanasia y el suicidio asistido.
- Atención médica de calidad para todos los estadounidenses.
- Oposición vigorosa al racismo en todas sus formas, a través de una transformación cultural y de estructuras legales.
- La provisión de trabajo y protección a los derechos de los trabajadores en todo el país.
- Esfuerzos sistemáticos para luchar contra la pobreza y las atroces desigualdades de riqueza.
- Políticas que promuevan el matrimonio y la familia, los cuales son indispensables para la sociedad.
- Protección de la libertad religiosa.
En este momento de nuestra historia, tres de estas cuestiones constituyen afirmaciones particularmente fuertes sobre la conciencia católica. El asesinato de más de 750 mil niños no nacidos cada año exige una protección legal para estos seres humanos, los más vulnerables entre nosotros. El impacto del cambio climático amenaza a la mismísima humanidad si en los próximos años no se hacen cambios en las políticas globales. Y la creciente cultura de exclusión en nuestra nación, construida sobre el racismo, el sentimiento antiinmigrante, los prejuicios religiosos y la división social, está paralizando nuestra propia capacidad de funcionar eficazmente como sociedad y nación.
El desafío para los electores creyentes es evaluar estas tres cuestiones cómo lo haría Cristo, con el fin de avanzar en el bien común en este momento de nuestra historia nacional.
Liderazgo, Competencia y Carácter
El día de hoy en Estados Unidos un elector es llamado a votar desde un punto de vista de construir puentes y sanar a nuestra nación. Tal votante es llamado a integrar a sus decisiones electorales la mayor cantidad de elementos destacados de la Enseñanza Católica que tocan las cuestiones políticas de nuestros días, entendiendo que estas enseñanzas varían en prioridad, pero están unidas en su orientación al bien común.
Pero votar por candidatos al final de cuentas involucra elegir un candidato para un puesto público, no una postura ni una enseñanza específica de la Iglesia. Y por esta razón, el voto creyente involucra una cuidadosa consideración de la habilidad específica de cada candidato para realmente avanzar hacia el bien común. Al hacer esta evaluación, hay que considerar liderazgo, competencia y carácter.
Especialmente en una elección para Presidente, el liderazgo es un criterio crítico al votar. El buen liderazgo se manifiesta de muchas maneras. Puede ser vigoroso y estimulante, avanzando en una dirección clara. Puede ser inspirador y motivacional. Puede ser sanador y unificador. ¿Qué tipo de liderazgo es el que los Estados Unidos necesita en estos momentos?
La competencia es también una métrica central que los votantes de fe deben considerar. De poco sirve elegir a un santo que haga eco de una Enseñanza Social Católica en cada cuestión si el candidato no es lo suficientemente competente como para realizar sus labores de manera efectiva y por lo tanto enaltecer el bien común. Los votantes creyentes deben evaluar la inteligencia, dominio de política y perspectivas intuitivas que cada candidato trae a la mesa, porque el discipulado de votación busca resultados, no meras aspiraciones.
Finalmente, debido a que nuestra nación se encuentra en un momento de división política y degradación de la vida pública, el carácter representa particularmente un criterio convincente para los creyentes que estarán votando en las elecciones de 2020. En la actualidad, líderes en el gobierno adoptan tácticas y lenguaje corrosivos, fomentando la división en lugar de la unidad. La noción de la verdad misma ha perdido su posición en nuestro debate público. La colegialidad ha sido descartada. Los principios son meras justificaciones para las acciones partidistas, que deben abandonarse cuando esos principios ya no favorecen una ventaja partidista. Hay una falta fundamental de valor político en la tierra.
Al final de cuentas, es el candidato quien está en la boleta electoral, no una cuestión específica. Al elector de fe se le pide hacer un complejo juicio: ¿Qué candidato será el que más probablemente avance en el bien común a través de su puesto en el contexto político particular que le toque enfrentar? Tal decisión abarca los planos de principio y carácter, competencia y liderazgo. Y para el elector de fe, la complejidad de este juicio moral exige una visita a la voz de Dios, la cual permanece dentro de nosotros – nuestra conciencia.
Conciencia y Prudencia
Para el discípulo de Jesucristo, votar es una acción sagrada. En palabras del “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, es “la intersección en donde la vida cristiana y la conciencia se encuentran con el mundo real”.
Entonces, ¿Cómo debe navegar esta intersección el votante creyente, de tal manera que integre los principios de la Enseñanza Social Católica, reconozca el papel que juegan el liderazgo, carácter y capacidad en el mundo real de gobernar, y preserven una postura de crear unidad dentro de la sociedad?
La respuesta es prudencia. En palabras del “Catecismo de la Iglesia Católica”, “la prudencia es la virtud que se dispone de la razón práctica para discernir nuestro verdadero bien en todas las circunstancias y elegir el medio adecuado para lograrlo…es la prudencia que guía inmediatamente el juicio de la conciencia”. En la Enseñanza Social Católica, la prudencia es llamada “el cochero de las virtudes”; pone en equilibrio todas las virtudes de la moral de la vida cristiana para proporcionar una perspectiva moral singularmente incisiva para el discípulo que afronta problemas complejos de ética. Está en el corazón del funcionamiento de la conciencia.
Esto es definitivamente cierto al votar por candidatos para un puesto público. La constelación de elementos morales sustanciales que son relevantes para decidir qué candidato es más probable que avance en el bien común durante su tiempo en el cargo solo puede ser moralmente comprendida a través de la virtud de la prudencia. No puede haber una votación católica llena de fe sin la virtud de la prudencia, ejercitada dentro de la santidad de una conciencia bien formada.
En las observaciones finales de su discurso ante el Congreso en 2015, el Papa Francisco dijo que la nación es grande cuando defiende la libertad, tal como lo hizo Abraham Lincoln; cuando busca la igualdad, como lo hizo Martin Luther King; y cuando se esfuerza por conseguir justicia para los oprimidos, como lo hizo Dorothy Day. Oremos para que nuestra nación abrace el camino de tal grandeza en este año electoral, y que los discípulos prudentes llenos de fe sean quienes lideren el camino.