Por Padre Bernardo Lara
SAN DIEGO — Cuando comenzamos un año nuevo solemos ponernos propósitos, metas que cumplir a lo largo del año que comienza. Ya sea aprender algo nuevo, bajar de peso, viajar, llevar una vida más saludable, por mencionar algunos.
Esto es bueno por que, como hijos de Dios, estamos llamados a mejorar constantemente. Dios nos ha bendecido con diferentes capacidades y dones para desarrollarlos, hacerlos crecer y así convertirnos en la persona en la que Él nos creó.
Ciertamente, debemos enfocarnos en cosas diferentes, dependiendo de cual sea nuestro don. Si quiero ser un mejor violinista debo estudiar música y practicar el violín. Si quiero ser un mejor cocinero me enfocaré en el área de la gastronomía. Si quiero ser mejor estudiante debo dedicarme a pasar horas estudiando.
Sin embargo, independientemente del área que me apasiona, todos comenzamos desde el mismo lugar: ¿Qué amo en esta vida? ¿Quién o qué es mi ideal?
Para crecer como persona, no podemos dejarnos vencer por nuestras limitaciones. Debemos librarnos del “es que yo no se”. El saber está relacionado con el intelecto. La voluntad, el deseo, el querer, está relacionado con el amor. El amor SIEMPRE enaltece. Con amor vences.
Por eso Jesús dijo, “dónde está tu tesoro, ahí está tu corazón”. En otras palabras, te vuelves aquello que amas.
Por lo tanto, ahora que estamos comenzando un nuevo año y que se acerca la fiesta de San Valentín, pensemos: ¿Qué amo? ¿Dónde está en verdad mi corazón? Y descubramos más de los dones que Dios nos dio.