Perspectiva: En busca del camino a nuestra paz interior

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Por Ricardo Márquez

SAN DIEGO — Cada día somos bombardeados por numerosos mensajes, correos, noticias y propagandas que nos mantienen distraídos o atrapados en lo que es externo e inmediato. Estamos sometidos a un montón de estímulos que no nos permiten concentrarnos, mantener el foco de atención en un pensamiento, sentimiento o tarea. Hay mucho más información que la capacidad que tenemos para procesarla, discernirla o digerirla. Por eso podríamos decir que vivimos como indigestos. Las distintas opiniones sobre el virus, las vacunas, las leyes, la guerra, los temas migratorios, de género y los fenómenos ambientales nos provocan miedo y confusión. No sabemos cómo va a ser el próximo capítulo de nuestra historia y eso le añade al cuadro la ansiedad por el futuro y la incertidumbre.

Todo esto es un caldo de cultivo para la enfermedad mental, para la rabia, frustración, ansiedad o depresión. Las consultas y los requerimientos para el apoyo psicológico, emocional y espiritual han crecido enormemente y han desbordado la capacidad de respuesta tanto de los terapeutas como de las instituciones de ayuda.

La enfermedad mental podríamos definirla en general como la pérdida de la armonía en la relación con nosotros mismos, con los otros y con la realidad que nos rodea. Ante el caos y la confusión que nos rodean aparecen las reacciones más instintivas de la violencia o la huida, de la rigidez o la apatía, del fanatismo o la indiferencia. ¿Qué hacer ante este cuadro aterrador? Tomar conciencia de la crisis puede tener el beneficio de despertarnos, de buscar ayuda, de iniciar el camino hacia la interioridad.

Cuando un excursionista se da cuenta que está perdido, la recomendación más sensata es la de volver al campamento, volver a la base. ¿Qué significa volver a la base? Significa empezar a mirar hacia adentro, empezar a preguntarse de dónde vienen mis reacciones, mis miedos y mis emociones. Significa pasar de lo visible a lo invisible, de lo aparente a lo esencial, de lo accidental a lo fundamental. Empezar a mirar lo que importa.

Lo que a veces puede parecer trivial en la vida cotidiana -los encuentros, el respeto, la compasión y la ternura-, resulta que en los momentos de crisis es cuando caemos en la cuenta de su importancia y necesidad.

Estos días, cuando hacíamos memoria de los desaparecidos en el ataque a las torres gemelas en Nueva York el 9/11, los  medios mostraron algunos de los últimos mensajes que desde los aviones secuestrados los pasajeros y tripulantes enviaron a sus familiares: “No te olvides que te amo…quiero que sepas que te amo…dile a los niños que los amo…perdóname por no haber estado más tiempo con ustedes…”.

El amor es el DNA de la creación inscrito en nuestra existencia. La creación para los creyentes es un misterio de amor, es el «big bang» de un amor expansivo que sigue abriéndose, de él venimos y a él volvemos.

El hacer silencio en nuestras vidas agitadas es el primer paso para iniciar ese viaje a la interioridad, es crear el espacio y el momento para disminuir la avalancha de los estímulos externos y preparar el terreno para empezar a escuchar la voz interior de la conciencia, para vernos como somos. Ese proceso, que lleva tiempo y requiere gracia y disciplina, es lo que nos llevará a la aceptación propia, al amor de sí mismo de donde nace el respeto y el amor hacia los demás.

En ese lugar íntimo de nuestra conciencia es donde encontramos el misterio y la grandeza de Dios; y de esa experiencia de aceptación y amor experimentada, de esa transformación profunda surge la fuerza de contagiar, anunciar y acompañar a otros para darles la buena noticia de que todos somos amados y llamados a experimentar ese amor aquí y ahora.

Este proceso nos lleva a la armonía, a la flexibilidad que se necesita para movernos en medio del caos y la confusión…a una mejor salud mental, porque en medio del tumulto sabemos que somos amados y nuestra vida es sagrada.

Ricardo Márquez, PhD, es director asociado de la Oficina de  Vida Familiar y Espiritualidad en la Diócesis Católica de San Diego. Se puede contactar en el correo rmarquez@sdcatholic.org.

 

 

 

 

 

 

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