Por Padre Bernardo Lara
(SAN DIEGO) — Estamos entrando en los últimos dos meses del año, tiempo de fiestas y celebraciones, tiempo en el que el ánimo de las personas también cambia.
Estos meses generan un ambiente distinto entre las personas. No se sienten igual los meses del verano (junio, julio y agosto) que noviembre y diciembre. Y es que, durante este tiempo la vida se comprende desde otra perspectiva.
El Día de Muertos, por mencionar un ejemplo, nos recuerda precisamente a las personas que ya han fallecido, así como el inevitable destino de la muerte del cual ninguno escaparemos.
El Día de Acción de Gracias (quitando el empuje ultra comercializado de los últimos años) siempre es una oportunidad para reunirse con familiares y amigos y dar gracias por tantas bendiciones. Lo mismo pasa con la Navidad.
Vendrán los recordatorios de que los regalos no son importantes dentro de la temporada. Este, más bien, debe ser un tiempo para meditar sobre la felicidad. A final de cuentas, cada uno de nosotros construimos nuestro propio clima interior. Somos nosotros quienes decidimos si por dentro queremos estar con un ambiente soleado o una tormenta interior.
Es cierto que la vida exterior influye en nuestro sentir, pero no lo determina. Uno es el que decide si quiere enfocarse en los problemas y carencias, o seguir adelante viviendo y valorando, disfrutando de la vida.
El ejemplo de los grandes santos es un vivo testimonio de que la vida muchas veces no es fácil, pero la actitud que uno toma es lo que viene a determinar el tipo de persona que soy y el tipo de vida que quiero vivir: aferrado a Dios, proclamando la “alegría del Evangelio” a cuanta persona se me atraviesa o proyectando una vida de amargura y pesimismo.
Parte del secreto de la felicidad es estar atentos a no caer en la trampa de poner el ego y su satisfacción por sobre todas las cosas. De ser así, cualquier golpe al ego me arruinará el día.
Por eso, si nos fijamos, el mensaje evangélico se centra constantemente en servir al prójimo, no al ego: “amarás a tu prójimo”; “toma tu cruz y sígueme”; “estaba desnudo y me vestiste”. No es que Dios quiera ver nuestro sufrir, sino que nos enseña que la felicidad se obtiene en el servicio, en el sentido de comunidad, en nuestra relación con Dios. La felicidad proviene de la comunión que yo forme con la vida desde el interior y no de lo que la vida me dé desde el exterior.
El padre Bernardo Lara es pastor de la comunidad Católica de Brawley y Westmoreland. Es conductor del programa de radio “Vive Feliz”, que sale al aire los domingos en Amor 102.9 FM.