SAN DIEGO – “Es un momento glorioso para convertirse en sacerdote de Jesucristo”, dijo el Obispo Robert W. McElroy a los dos hombres que ordenó.
En su homilía el Obispo comentó que de cierta manera ambos ya han servido a otros. Raymond Philip Cerezo Napuli, de 30 años de edad, fue director de música del Centro Newman. Mientras que Manuel Marcelino del Río, de 39, se había alistado en los Marines, se desempeñó como bombero y posteriormente, como Técnico Médico de Emergencia.
Ahora ambos están sirviendo a los fieles de la Diócesis de San Diego, comentó el Obispo en la ordenación el 5 de junio en la parroquia La Inmaculada.
“En esta, su ordenación sacerdotal, se distinguen de entre la multitud, no por tener una identidad distinta a la del pueblo de Dios, sino por estar al servicio de toda la comunidad”, agregó. “El llamado que han recibido es uno de servicio y compasión, misericordia y amor”.
Algunas personas dirían que es difícil ser ordenado hoy en día, continuó el Obispo. Aludió a las protestas continuas y generalizadas contra la brutalidad policial y el racismo sistémico después del asesinato de George Floyd en Minneapolis.
“Pero yo digo que es un momento glorioso para convertirse en sacerdote de Jesucristo porque tiempos como estos revelan de manera poderosa que el sacerdote debe de estar al lado de su gente, condenando estructuras de pecado y prejuicio racial, ayudando a hacer un mundo en el que los valores de justicia, compasión y paz del Evangelio pisoteen a aquellos de desigualdad, odio y división”.
“Hoy es un día glorioso para ser ordenado como sacerdote de Jesucristo porque en nuestro sacerdocio predicamos que la esperanza no puede nunca extinguirse o atenuarse por cualquier pandemia, odio o miedo”.
El Padre Napuli ha sido asignado como pastor asociado de la Misión San Diego de Alcalá. El Padre del Río, cuyos abuelos fueron inmigrantes, servirá como pastor asociado de la Parroquia El Buen Pastor. Ambos comenzarán sus labores el 1 de julio.
Nacido en las Filipinas pero criado en San Diego, Napuli era miembro de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Chula Vista antes de ingresar al seminario.
“Por supuesto, era una verdadera experiencia musical”, comentó, explicando que había sido impresionado por los hermosos cantos de las hermanas enclaustradas, y la fe y el compromiso que emitían. Contínuamente regresaba a la capilla para orar por su vocación.
La respuesta a esas oraciones lo llevó al Seminario de San Patricio en Menlo Park, como seminarista de la Diócesis de Stockton. Subsecuentemente decidió ingresar al programa de formación en la Diócesis de San Diego, donde estaba su hogar. Pasó un año en la Casa de Formación Sacerdotal St. Francis de Sales en San Diego antes de pasar al Seminario Mount Angel en San Benedicto, Oregón.
Fue ordenado al diaconado de transición el 2 de junio de 2018, en la Parroquia de Corpus Christi en Bonita. Como diácono completó un año pastoral en la Parroquia de Santa Sofía.
“Poder hacer lo mejor posible, continuar creciendo en mi relación con Jesús y vivir mi vida por otros como sacerdote”, dijo Napuli sobre lo que espera de su primer año sacerdotal.
Manuel del Río nació y creció en el área de College Grove en San Diego, donde era miembro de la Parroquia del Espíritu Santo y acudió a la escuela parroquial, la cual cerró sus puertas en 1992. Sus abuelos fueron inmigrantes de México y él entiende y habla un español básico.
En su juventud del Río nunca se imaginó ser sacerdote. El deseo de “hacer algo sacrificado, divertido y activo” lo inspiró a ser bombero.
Diez años después, cuando trabajaba como Técnico de Emergencias Médicas, se percató de algo.
“Había suficientes personas trabajando juntas para poder salvar el físico, pero muy pocas para ayudar a ministrar el alma”, señaló.
Después de comenzar sus estudios sacerdotales en la Casa de Formación de San Francisco de Sales asistió al Seminario de San Juan en Camarillo, California.
Fue ordenado a diaconato transicional el 1 de junio de 2019 en la Parroquia del Espíritu Santo, donde creció.
“Rezo para estar constantemente presente, en palabra y obra, de todo lo que se me pide: servir a la comunidad, especialmente a través de los sacramentos, mientras obtengo un ritmo espiritual diario y ‘el olor del rebaño’”.